El consumo responsable de antibióticos es una cuestión de seguridad sanitaria que debe ser considerada por todos nosotros como primordial.
Como usuarios de medicamentos, y no médicos o científicos, nuestro papel es sencillo: utilizar los antibióticos de forma adecuada, siguiendo escrupulosamente la prescripción médica; y sabiendo que, si no nos han prescrito antibiótico, es que no lo necesitamos para nuestra dolencia.
Partiendo de estas premisas hablemos un poco más de lo que conlleva la resistencia bacteriana.
Actualmente nos encontramos en medio de una pandemia causada por un agente infeccioso, en este caso el virus SARS-Cov-2, para el que no tenemos un medicamento efectivo para su tratamiento. Todos estamos viviendo en primera persona las consecuencias de ello: muertes, afecciones graves, efectos secundarios no esperables, y la obligación de llevar mascarillas y modificar completamente nuestra vida social y familiar.
El abuso de los antibióticos y su consecuencia más importante, la resistencia y multirresistencia bacteriana, provocan precisamente eso, no contar con medicamentos efectivos frente a infecciones bacterianas. Y ya sabemos lo que ocurre cuando no contamos con un medicamento para frenar un agente infeccioso.
Las autoridades sanitarias llevan años poniendo sobre aviso de lo peligroso que es para nuestra seguridad sanitaria el mal uso y el abuso, ambos, que se ha hecho y se sigue haciendo de los antibióticos. Daremos solo un dato: más de 3.000 personas mueren cada año en España como consecuencia de las bacterias multirresistentes.
¿Por qué se produce la resistencia bacteriana?
Las bacterias son organismos unicelulares y procariotas, bastante simples comparados con un organismo pluricelular eucariota (plantas o animales, por ejemplo). Esa simplicidad es a su vez una potente arma para su supervivencia, como comunidad, ya que se reproducen fácilmente y mutan con relativa facilidad (variable según las especies). Esto les permite adaptarse rápidamente a condiciones ambientales adversas.
Cuando no usamos la dosis adecuada de antibiótico o no terminamos el tratamiento (menos días de lo que nos prescribieron porque ya nos encontramos bien) estamos dando opciones a las bacterias a que se adapten a ese ambiente, mutando y apareciendo nuevas cepas que son resistentes a dicho antibiótico. Si usamos mal un antibiótico (en dosis, tiempo o porque no lo necesitábamos en el caso de una infección vírica) lo que estamos haciendo es seleccionar bacterias resistentes. Cuando se someten a la presión de distintos antibióticos se generan bacterias multirresistentes.
El problema de la resistencia a antibióticos en hospitales
Pero no sólo los usuarios somos culpables de la situación. Los hospitales juegan un papel principal en la generación de multirresistencia.
La bacteria Klebsiela pneumoniae es un ejemplo de la capacidad de generar resistencia, en este caso multirresistencia a un amplio abanico de antibióticos. Es una bacteria oportunista que puede causar infecciones respiratorias y sanguíneas en humanos.
Se ha demostrado a nivel europeo que estas bacterias multiresistentes se han generado en los hospitales y que está relacionada con las infecciones que se producen en centros hospitalarios (nosocomiales), siendo diseminados entre pacientes en los propios hospitales. Por tanto, tanto nosotros a nivel individual como los propios sistemas sanitarios deben trabajar en mejorar las condiciones higiénicas de los centros y los controles en los protocolos de trabajo y administración de fármacos para monitorizar la aparición de cepas o clones resistentes.
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